Editorial, El País, Montevidéu - Lula e a máquina do tempo

El presidente brasileño no parece darse cuenta de cuánto ha cambiado el mundo en la última década y, con su intento de “blanquear” a Maduro, dañó seriamente su ambición de ser líder y portavoz de la región.

Tal vez el más contundente sea la marea de migrantes venezolanos que ha invadido a casi todos los países del continente, siendo prueba irrefutable del desastre del régimen venezolano, así como testimonio en carne viva de la violencia política en ese país. Pero, como si fuera poco, están los informes de organismos internacionales, en muchos casos cercanos a la izquierda, y en especial el realizado por la ex presidente chilena Michelle Bachelet para la ONU. No hay lugar a dos opiniones, Venezuela es una dictadura y allí se violan de manera sistemática los derechos humanos.

El presidente brasileño Lula da Silva tiene una obsesión. Ubicar a Brasil en el “club” de países poderosos que definen el rumbo de la política mundial. Para eso, necesita ser la voz de algo más grande que su país, y por ello busca ser el líder de toda la región. Lo intentó con relativo éxito en sus mandatos previos, aunque los escándalos de corrupción que derramaron en varios países de América Latina debido precisamente a su influencia, “pincharon” el globo de sus ambiciones.

Ahora, de regreso al poder, intenta volver el reloj a sus tiempos de oro. Pero las cosas han cambiado mucho en América Latina (y en el mundo) en los últimos diez años. Y la seguidilla de pasos en falso de Lula de las últimas semanas en materia de política exterior muestran que el presidente brasileño no entiende los cambios ocurridos, o se aferra a una estrategia que conduce al fracaso.

El primer patinazo ocurrió en la reciente cumbre del G7, donde Lula llegó queriendo marcar una agenda bien distinta a la de EE.UU. y Europa, apoyando de manera exagerada un supuesto plan de paz de China para la guerra en Ucrania. Su intento por mantenerse equidistante de Moscú y Kiev, y sus algo ridículos pasos para evitar un encuentro con el presidente Zelenski fueron la comidilla de los medios globales y generaron profundo disgusto en Washington y Bruselas. Fracaso por donde se lo mire.

Su segundo intento ha sido todavía más negativo. Convocó a todos los líderes regionales a un “retiro espiritual” en Brasilia para relanzar las relaciones y el comercio a nivel continental. De paso, poniéndose en el centro del tablero, y buscando exhibir el liderazgo de su país.

Pero ya sea por debilidades ideológicas, errores de cálculo o facturas del almanaque, Lula cometió un error determinante. Al recibir al dictador venezolano Nicolás Maduro en la previa del encuentro hizo una serie de comentarios totalmente fuera de lugar, defendiendo al régimen venezolano, buscando “lavar” su imagen a nivel internacional, y diciendo que las acusaciones por violación a derechos humanos y la falta de libertad política en Venezuela son apenas un tema de “narrativas”.

El episodio marcó de manera trágica este encuentro de presidentes. Y generó una crítica feroz de un tándem que nadie esperaba.

Por un lado el presidente uruguayo, Luis Lacalle Pou, que fiel a su trayectoria personal, y a la mejor historia de la política exterior del país, dijo que no se podía “tapar el sol con un dedo”, y que Maduro es un dictador sangriento. Que todo muy lindo con potenciar el comercio y mejorar el vínculo, pero que basta de crear nuevos organismos que no sirven más que para engordar burocracias a costillas de los contribuyentes.

Este mensaje, que el propio gobierno brasileño intentó ahogar al no transmitirlo en vivo, logró colarse y ha cimentado la figura de Lacalle Pou como un líder político en el continente.

Pero Lacalle Pou tuvo un aliado inesperado: el presidente chileno Gabriel Boric. Pese a su visión izquierdista, e izquierdista bastante dura, Boric no ha tenido contemplaciones con la hipocresía de mucha gente en su campo ideológico respecto a lo que ocurre en Venezuela, Cuba y Nicaragua. Y otra vez volvió a dejarlo en evidencia pública. Tal vez por su vínculo cercano a Bachelet. Tal vez por compartir con Lacalle Pou una sensibilidad casi generacional, que no acepta los cortes casi de la guerra fría que todavía marcan a gente como Lula.

En los hechos, se ha tratado de un rotundo fracaso para la política exterior de Brasil. Lejos de salir posicionado como el líder natural de la región, Lula da Silva quedó muy mal parado, cuestionado, y con su crédito en la opinión pública continental y global, seriamente afectado. En el caso de Uruguay, el evento volvió a mostrar a un país pequeño, pero con dignidad y con las cosas claras. Y a un presidente como Lacalle Pou que sigue creciendo como figura de referencia para mucha gente en América Latina.


Um comentário:

  1. Quem dera o povo brasileiro pudesse ler este artigo; não pode por alto grau de analfabetismo e outros, por cegueira política...o pequeno Uruguai de meus pais dando-nos lições...pena que Lula é analfabeto funcional e, o dedo que perdeu, o diabo lhe compensou no aumento da língua...mas, o pior é tanto de BESTA que o segue, inclusive, em comentários de deboche neste blog..

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